viernes, 4 de abril de 2008

Vecinos

Para Ena, la vecina maravilla, quien no dejaba dormir con el ruido de sus tacones.

Anoche tocaron la puerta Henry y Memo. Henry es un gringo de casi dos metros de altura que lleva muchos años viviendo en México. Dice "güé" todo el tiempo y el muy pendejo cree que eso le hace parecer alivianado. él es mi vecino de arriba. Memo vive debajo de mi departamento junto con su novia, no deben tener ni 30 años y son una parejita medio de hueva. El par de vecinos, a quien en lo sucesivo llamaremos el par de idiotas, se encontraron en el estacionamiento y decidieron que era hora de hacer algo para acabar con el "escándalo" y las "fiestitas" que tengo "hasta entre semana." Me pidieron que le bajara al desmadre porque se despiertan muy temprano para ir a trabajar. Uno de ellos agregó "todavía en fin de semana podemos entenderlo." ¿Qué? en fin de semana "podemos entenderlo?" Más les pinche vale, par de ñoños! Fui sincero cuando prometí al par de iditoas hacer lo posible por bajale al rudio -y lo haré- pero, a pesar de sus gestos de desaprobación quise que les quedara claro que no dejaré de invitar gente a mi casa. Apliqué el "Así soy y qué." Memo, el pendejo que vive abajo, no quedó muy contento con el resultado de la plática y más tarde no me saludó cuando me lo topé en el Oxxo. Ni pedo. Y es que, de verdad, son unos pinches exagerados. El miércoles habíamos en mi casa seis personas bebiendo y conversando, ni siquiera cantamos o bailamos, no. Quizá gritoneamos un poco pero sólo eso. Son unos exagerados. La fiesta de verdad fue el sábado, y hace dos sábados, y hace tres. Pero era sábado y fue una rachita de fiestas que ya pasó, que no mamen.

En fin, que más tarde, poquito después de la media noche, la vecina de la planta baja, estaba escuchando Nessun Dorma a todo volumen. Una y otra y otra vez. A mi no me molestó, al contrario. Seguramente al resto de los vecinos aquello les cayó de la chingada. Pensé en ellos, en que se despiertan temprano para ir a trabajar y en Memo dando vueltas en la cama mentando madres sin poder dormir. Sonreí divertido de saber que mis vecinos no podrían dormir. De pronto la música se detuvo y escuché sollozos y lamentos. La vecina estaba llorando, literalmente, a gritos. Pobre, pensé. Luego azotó una puerta y comenzó la música otra vez pero a un volumen más alto. Decidí dormir en el cuarto de la tele porque ahí se escuchaba mejor la música. Tomé una manta, me acosté en el futón y me dormí, paradójicamente, escuchando el Nessun Dorma. Eso y el hecho de que sea viernes, hacen que uno se despiertede buenas ¡Salud!

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