lunes, 5 de julio de 2010

Post Data


P.D. Te cuento algo rápido: Mi abuelita tenía una amiga que se llamaba Lola con quien mantenía correspondencia frecuentemente. Mi abuela dictaba y mi mamá escribía en la máquina. Se mandaron cartas durante muchso años, una vez al mes. Hasta que Lola murió pero cuando eso pasó yo estaba en la Universidad y ya no me aparecía mucho por casa de mi abuela.

Me gustaba sentarme cerca y escuchar la voz alta y emotiva de mi abuela contándole sus cosas y las de su familia a la amiga. Mi abuelita, Cuca, es una mujer muy alegre, optimista, vacacionista perpetua, cantadora, bien católica pero muy buena onda y siempre guapa y coqueta. Tiene ahora como 90 y tantos años y vive su novena juventud. Es una bendición. Casi nunca la oí llorar cuando dicataba sus cartas pero sí, recuerdo lágrimas y voz entrecortada un par de ocasiones. Por mi parte, confieso que algunas veces sonreía al escuchar mi nombre en esas cartas.

Una vez, me enteré de que mi abuela le envió una foto mía a su amiga, detalle que me puso muy contento. Al principio, la amiga invisible de mi abuela me intrigaba ¿Mamá, Lola me conoce? ¿Es mi tía? Nunca la vi en persona. En algún momento tuve ganas de conocerla pero nunca se lo dije a nadie.

A veces escribo cartas para mi hija que aún no sabe leer y que está muy lejos de aquí y me despido evocando la forma en que Cuca lo hacía de Lola: "tu amiga, quien verte quisiera más que escribirte.'